El futbol mexicano revivió la discusión acerca de incorporar a jugadores naturalizados (no nacidos en México, pero que derivado de sus años de estancia adquirieron pasaporte del país) a la Selección Nacional.
La incorporación del ‘Tata’ Martino como estratega del tricolor trajo la pregunta obligada de la prensa sobre el llamado de estos futbolistas que son vistos como un ente peligroso por un sector de aficionados y especialistas, ya que le ‘quitaría’ el puesto a jugador nacido en el territorio nacional.
Sin embargo, no se trata de que los mexicanos pierdan un lugar en el once sagrado que representa para algunos el representativo nacional, sino que hace evidente la falta de trabajo y oportunidad al talento local.
Excusas de todo tipo suenan para que los jugadores nacionales no ocupen una plaza en la liga local y por ende, la falta de jugadores clave, como lo son los delanteros, se haga evidente en el conjunto azteca.
Son pocos los delanteros, armadores, e incluso porteros mexicanos que se son parte de las plantillas de los equipos, recurrir a un extranjero es más barato ya que se pueden adquirir futbolistas medianamente capaces por una módica cantidad, en la que además se pueda cobrar una comisión.
Si bien es cierto que en el balompié azteca han desfilado extranjeros con clase, son más los que llegan al país durante seis meses o un año y se van sin pena ni gloria.
En tanto, para los dirigentes del futbol local, parece prohibido el trabajo a medio y largo plazo; apuntalar una estrella mexicana hasta que, derivado de sus actuaciones y no por mercadotecnia, emigren al viejo continente para seguir con su proceso de madurez y futura consolidación, genere en realidad un cambio en el prototipo del futbolista mexicano.
Es entonces cuando la perspectiva del jugador naturalizado cobra relevancia, ya que es una respuesta a la inmediatez que tiene el futbol local por conseguir grandes resultados, esos que se pueden presumir y que darían pie a seguir con malas planeaciones y malas prácticas.
De tal modo que, como aficionados, nos tocará ser más críticos y exigentes al momento de consumir un producto que nos deja con el mismo sabor de boca desde hace muchos años, pequeñas llamaradas de identidad que hacen que vivamos de los buenos recuerdos, que de las glorias por construir.