“No soy un pájaro; y ninguna red me atrapa; soy un ser humano libre con un espíritu independiente”, sostuvo en algún momento la novelista inglesa Charlotte Brontë. Así podría arrancar este texto sobre el empoderamiento de la mujer desde la libertad sexual.
Al día de hoy, las mujeres continúan viviendo difíciles experiencias en un mundo diseñado por y para los hombres, la brecha de género aún existe , en ocasiones latente pero que al final repasa la desigualdad cotidiana. Sin embargo, como a pesar de eso, el descubrimiento de la sexualidad resulta en un poder de emancipación regulatorio al control opresor.
Es importante abarcar el contexto de la novela Amora de Rosamaría Roffiel, la cual cual está repleta de mujeres protagonistas que además de desarrollar sus vidas, aborda el amor entre ellas mismas, ver al lesbianismo como el máximo feminismo, al desprenderse totalmente del hombre. Pero, también retoma el amor entre mujeres como la base del movimiento feminista, la sororidad entre compañeras, amigas, hermanas y desconocidas.
Algo destacable y de mi gusto, fue los arquetipos de los tipos de hombres que ya tienen definidos y es porque dentro de la propia sociedad patriarcal, el hombre tampoco tiene la libertad esperada. No obstante, también en el mismo texto hay fragmentos que rechazan a lo masculino, el inicio de la historia es clara y contundente: “¡Los hombres son una subcategoría!, frase emitidas desde una postura radical, lo que representa una ideología bajo el mismo argumento: la no inclusión.
A lo largo de la historia, destacan varios personajes como Claudia, que vive es un pseudofeminismo, al no completar el discurso por estar en algo equivalente al feminismo. Como comentaba Jean Baudrillard, es una crítica al hombre pero dentro del mismo, cuando debe ser distinto, plantear nuevos modelos sociales es como realmente lo transforman.
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La crítica hacia el machismo está manifiesto en todos los ámbitos; verbigracia, la mujer que trabaja en un grupo de ayuda médica y legal para mujeres violentadas, donde las leyes se encuentran diseñadas para beneficio de los hombres y esto no se aleja de la actualidad. La feminista María Pozos ha reiterado su llamado a los sindicatos, movimientos sociales y partidos políticos de luchar contra el patriarcado, en lugar de hacerlo únicamente contra el capitalismo.
Lo anterior, en el sentido de que sólo una buena reestructuración del Estado del Bienestar “puede asegurar una verdadera igualdad y por ello, es necesaria una reforma de un sistema fiscal que hoy perpetúa el modelo de familia tradicional”.
Algo alarmante, pero verdadero, es la manera que la autora proyecta con su nombre, la posibilidad de que todas las mujeres puede ser violentadas, desde manera física, sexual, verbal, psicológica y con miradas incómodas; sí, por la creencia del sexo débil y la supremacía del hombre, al considerar que su relación con las mujeres es de dominación fálica.
De acuerdo con datos de la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (Envipe), de 2013 a 2018 la sensación de inseguridad de las mujeres pasó de 74.7 por ciento a 82.1 por ciento. ¿En la actualidad qué mujer no se siente insegura ante esas cifras alarmantes y en crecimiento?
Otro dato alarmante, es la violencia ejercida principalmente por las parejas, esposos, ex novio y del núcleo familiar. Además, es importante mencionar que las mujeres se sienten igual de inseguras tanto en lugares públicos como en privados: cajero automático (87.4%), transporte público (74.2%), calle (72.9%), carretera (69.5%), mercado (65.5%), parques (62.1%), automóvil (48.9%), escuela (39.2%), trabajo (36.2%) y casa (26.7%).
Retomando a Baudrillard, retomaría lo que plantea respecto a que la sensualidad es el arma de la mujer en manera de sometimiento. Un hombre puede “perder la cabeza” y hacer lo que fuera por obtener ese objeto de deseo y la mujer no, su independencia sexual la desata. El hombre en su afán de dominar, trata de limitar aquello que no controla y como no puede aceptar la libertad de la mujer, utiliza la burla y fuerza (agresión).
En ese contexto, al caminar abrazadas Claudia y Guadalupe reciben palabras de desprecio, pero ¿por qué al no centrarse en lo fálico se convierte en un tema de controversia? Justo es sólo eso, amar a otra mujer, en lugar de a un hombre. Hablando del placer, es no seguir un sólo molde de práctica sexual que enaltece al pensamiento freudiano de la “envidia al pene”.
En este venir de emociones, en el amor lésbico ocurre una deconstrucción desde lo marginal, rompiendo con la sociedad heteropatriarcal. En conclusión, la novela retoma las etapas hacia el feminismo, desde la incomodidad y hartazgo de vivir en un círculo machista, el proceso de empoderamiento y finalmente la liberación.