El séptimo largometraje de Alejandro González Iñárritu se califica a sí misma al minuto setenta para eludir cualquier crítica incómoda de parte de los medios, los cuales respondieron con palabras similares a las de Luis Valdivia (Francisco Rubio) poco después de la exhibición de la obra en el Festival de Cine de Venecia 2022. Esto podría considerarse una coincidencia o un augurio de parte del guionista Nicolas Giacobone y sin embargo, es una muletilla narrativa identificable al minuto treinta y seis de la película “Birdman o la inesperada virtud de la ignorancia” (2014) en donde Mike Shiner (Edward Norton) entabla una conversación ríspida con una crítica de teatro, Tabitha Dickinson (Lindsay Duncan) quien se refiere al protagónico como un payaso de Hollywood con disfraz de pájaro. Estos elementos dentro de las historias del dúo dinámico Iñárritu y Giacobone, remarcan su rechazo a las críticas negativas de los medios y a pesar de ello, después del término del festival, “Bardo” tendría una reedición y se recortaría la duración original de la obra.
Daniel Giménez Cacho quien interpreta a Silverio Gama, se convierte en la voz absoluta de la narrativa, esto limita la visión del espectador por construir un criterio de los hechos y sucesos dentro de la historia. El protagonista es un hombre inseguro, incongruente, repleto de prejuicios y sin una identidad construida, el cual busca un sentido de su existencia sin alcanzar algún resultado, esto se ve reflejado en los diálogos que nos transmiten los personajes y deja a un lado las acciones que no logran transmitir más que la confusión del personaje principal. El hilo conductor de la obra es la angustia de Silverio por recibir un premio que finaliza con un derrame cerebral, en paralelo se ilustra la confrontación de pareja por la pérdida de su bebé Mateo, esto se conecta con varias escenas que proyectan el falso documental de Gama, en donde se plasman ideas vagas acerca de la historia de México, el narcotráfico, los migrantes mexicanos, la desaparición de personas, para así mostrar un escaparate de escenas ausentes de argumento, pero con una intención estética en la fotografía.
El cinefotógrafo iraní Darius Khondji, reconocido mundialmente por obras como “Medianoche en París” (2011) de Woody Allen o “Delicatessen” (1991) de Marc Caro y Jean Pierre Jeunet, logra deslumbrar cada instante gracias al uso de lentes que expanden la experiencia espacial en locaciones como el Zócalo de la Ciudad de México, el Castillo de Chapultepec, el California Dancing Club, el desierto del Vizcaíno y las playas en Baja California Sur, lo que enaltece a la imagen; a pesar de ello, la deficiencia escénica y el abuso de cambios de tomas en el montaje, incapacitan a una experiencia envolvente en la comunión con el arte cinematográfico.
La ruleta de escenas constituida en esta película, se convierte en un ejercicio de concentración sin lograr implementar un estilo, la conexión entre las tomas suele ser de un montaje rítmico en general, por lo que no desarrolla un reto intelectual ante el espectador y el laberinto anecdótico termina por caer en varios clichés constituidos por el cine de autor, hay referencias a Terrence Mallick y su obra “El Árbol de la Vida” (2011), “La gran belleza”(2013) de Paolo Sorrentino, “El espejo” (1975) Andrei Tarkovsky, “Eterno resplandor de una mente sin recuerdos” (2004) de Michael Gondry, “Johnny agarró su fusil” (1971) de Dalton Trumbo, “Poesía sin fin” (2016) Alejandro Jodorowsky, “Mullholand Drive” (2001) de David Lynch solo por mencionar algunas; la primera toma de la película de “París Texas” (1984) del director Wim Wenders, que tiene una duración de dos minutos, nos muestra a un hombre desubicado en medio de un desierto sin rumbo alguno; en el caso de “Bardo” (2022) la toma inicial tiene una duración similar, Silverio Gama (Daniel Giménez Cacho) camina en el desierto desubicado, todo lo vemos desde su punto de vista y hace alusión tanto a los video juegos en primera persona como a “Robocop” (1987) y “Total Recall” (1990) de Paul Verhoven, “El Arca Rusa” (2001) de Aleksandr Sokurov, “Hardcore Henry” (2015) de Ilya Naishuller entre muchas otras, donde el espectador entra en la consciencia del personaje, permitiendo la comprensión del conflicto interno del protagonista. A esto lo podríamos clasificar como el nuevo cine Kitsch del siglo XXI en donde se reutilizan diálogos, ideas, composiciones, montajes escénicos, metáforas visuales y valores estéticos del cine de culto para dar una apariencia de autoría artística.
Un bardo se refiere a una persona que transmite de forma oral relatos y poemas, pero en el significado tibetano es literalmente “estado intermedio o de transición”, por lo que el título de la obra se convierte en un símbolo, tanto de Silverio Gama como un comunicador, al igual que en la confrontación existencial que tiene por su estado comatoso. Es por estas intenciones narrativas y visuales, que el espectador suele proyectar sus creencias y conocimientos dentro de la obra, esto termina por provocar una sobre interpretación de los acontecimientos descritos, igual que de los signos expuestos. Es el caso del ajolote, el cual tiene una connotación simbólica dentro de algunos relatos en las civilizaciones mesoamericanas, es de ahí de donde exploramos un significado de transmutación y de resistencia por la muerte, la cual podremos vincular con el título de la obra, a pesar de ello, en algunos casos se busca identificar a esta salamandra como un símbolo mexicano nacionalista; esto no se sustenta, ya que este animal es endémico de Norteamérica y lo podemos encontrar al igual que en México, en Estados Unidos y en Canadá. La necesidad por comprender los signos con los que dialoga una obra se pueden convertir en distractores que impiden una correcta lectura de los elementos formales narrativos y en muchas ocasiones solo son un adorno inútil en la inmensidad de la historia.
El cine contiene un lenguaje formal, el cual puede transformarse a través de una mente que lo conozca y comprenda. La imitación es un ejercicio para los aprendices o los artesanos, por consiguiente, al no tener una voz propia buscarán transmitir la belleza al copiar estilos y formas de los auténticos artistas. El séptimo arte no solo requiere de astucia, es una disciplina que exige tanto al realizador como al público, fundir la resonancia de la expresión perpetua.
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Italo Mario Ruas Arias, born 19th December of 1981, in Mexico City. His parents are Peruvian, his mother lawyer and his father electronic engineer, who emigrated to Mexico in 1981. He studied Cinematography at the UDC and belongs to the Mexican Association of independent Filmakers, AMCI. He has been dedicated to the realization of several visual projects since 2004, like Cinematography, Social Video Marketing, Video Marketing and advertisement. He has participated as production assistant in the film “Labios Rojos” by Director Rafa Lara. He was the producer of several short films, “EL Juego de Rol” by Kieven Herrasti, “El Payaso” by Mariana González, “Lindé” by Mariana González, among others. Since 2008 he has been teaching Movie Appreciation in Mexico City. His latest project is “Papalotl Energy in Motion“, his first short film as a Director. At the moment he is in the production of his next documentary, a work on the evolution of an Institute dedicated to the Human Sciences in Mexico.
