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Para 2019, los audiolibros ya tenían un índice de penetración del 16 por ciento en esta población
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Los padres son una influencia mayor en los hábitos de lectura de los jóvenes en zonas rurales que sus contrapartes urbanas
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Asimismo, es más probable que las madres de niños y adolescentes fuera de las metrópolis lean con sus hijos
Es imposible subestimar el impacto de los medios digitales en la vida diaria de los mexicanos. Los videojuegos, por ejemplo, han dado un significado distinto, más interactivo, a la diversión y el entretenimiento. Tanto el cine como la TV se consumen cada vez más a través de las plataformas de streaming. Incluso la educación y la socialización se han visto muy cambiados por la llegada de los canales en línea. También el internet tuvo un gran impacto en la lectura.
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La lectura ya no es la misma actividad relativamente popular que era hace unos años. Según el IJDLS, ha permitido multiplicar exponencialmente las obras escritas, ahora que no existen los límites del print. Daily Sabah apunta que el crecimiento de plataformas como Scribd y Kindle ha ayudado a que el libro sea ampliamente aceptado como la experiencia default. Pero a la vez, según el Financial Review, la saturación de contenido ha cambiado la experiencia misma.
Dentro de México, la situación no es distinta. Aún muchas personas no tienen la forma de acceder a las herramientas tecnológicas más refinadas. Sin embargo, los formatos digitales también han tenido su impacto en los hábitos de lectura más básicos de las personas jóvenes, incluyendo en las zonas más alejadas del país. Al menos así lo reflejan en un comunicado IBBY México y Citibanamex, que presentan algunos datos sobre el consumo de medios digitales:
Va a la alza el uso del internet en México
Sin sorpresa, los canales digitales son cada año más asequibles y están disponibles a un número superior de consumidores en el país. Entre 2015 y 2019 subió en un 10 por ciento el uso de internet dentro de México. Para la población joven, una cuarta parte de su día se va navegando por la red. La gran mayoría emplea su smartphone para estas actividades. Aunque parecen dos elementos poco relacionados, esto afecta de una forma importante a la lectura:
La lectura no es algo agradable para casi la mitad de los jóvenes
Es cierto que todavía más de la mitad de la población entre 12 y 29 años cree que leer un libro o material relacionado es un buen pasatiempo y lo hace por placer. Pero un preocupante 46 por ciento de este segmento aseguró que solo lo hace por obligación. El agrado parece ser mayor en las zonas más urbanizadas, en particular en la capital del país. Dentro de la Ciudad de México, un 86 por ciento de este grupo dijo que tiene un gusto alto por esta actividad.
Noticias y artículos capturan la lectura digital
A través de plataformas en línea, la mayor parte de la gente joven asegura que los contenidos que consumen con mayor frecuencia son los que les informan sobre el mundo a su alrededor. Sin embargo, entre quienes aseguran que leen por placer, una cuarta parte todavía tiene una preferencia por novelas, cuentos o poesía. Pero incluso en esta categoría, los libros digitales capturan la preferencia de la población. Los ebooks tienen una penetración del 66 por ciento.
Jóvenes en zonas urbanas leen más que sus contrapartes rurales
Dentro de las grandes ciudades, la lectura es una tradición mejor consolidada. En estas zonas, los consumidores consumen en promedio 4.2 libros por año. Aquellas personas que tienen una educación universitaria tienen una tasa superior, de 6.5 anual. El promedio nacional, en cambio, no supera las cuatro obras cada 12 meses. Padres, amigos y profesores son todavía los individuos que más influyen en las preferencias de géneros y obras entre este público.
Jóvenes universitarios se les inculcó la lectura desde la niñez
En términos generales, a poco más de la mitad de la población sus padres les ayudaron a generar un gusto por leer desde temprana edad. En específico, se identificó que las madres eran las que estaban más dispuestas a llevar a cabo sesiones de lectura grupal. Curiosamente entre las personas con educación superior, este fenómeno ocurre con mayor frecuencia. En específico, el 63 por ciento de los casos, frente al 55 por ciento del promedio nacional.