Distintos analistas del tema han señalado en algunos medios nacionales que muchas personas ven en la cultura de la cancelación una emergencia de un nuevo poder.
La denominada cultura de cancelación retomó su relevancia e interés en las personas por su presencia en temas raciales y de género. Siendo las redes sociales el lugar predilecto de los usuarios para exponer a las y los acusados, para finalmente retirar el apoyo a personajes célebres y comunes, boicoteando a los implicados.
Distintos analistas del tema han señalado en algunos medios nacionales que muchas personas ven en la cultura de la cancelación una emergencia de un nuevo poder, al responder y acusar las opiniones de los demás, cuando anteriormente sólo estaban expuestas a un grupo limitado.
Ian Buruma, ex editor de The New York Review of Books, quien alguna vez precisó que uno de los motivos por los que la cultura de la cancelación tiende a tener éxito en las redes sociales, puede ser porque a los algoritmos les encanta la polémica; dejó la dirección luego de sólo 16 meses, por la indignación que causó al publicar y defender un ensayo considerado contrario a la intención del movimiento #MeToo.
Fue el mismo que ha calificado de censura estos actos. En una entrevista con el periodista español José Martí Gómez, Buruma destacó que si crees en algo tienes que decirlo, sea políticamente oportuno o no y por ello, es muy aburrido publicar cosas sabiendo que la mayoría de los que te leen están de acuerdo.
Justamente, dicha cancelación se dirige a dos extremos: el primero, al entenderse como “castigo” para todos aquellos que no concuerdan con la opinión de los demás y el segundo, para denunciar comportamientos discriminatorios, faltante de valores.
Anjana Susarla, profesora asociada de Sistemas de Información en la Universidad Estatal de Michigan, apuntó en una nota con el medio The Conversation, que los contenidos que provocan una respuesta emocional intensa, ya sea positiva o negativa, se vuelven virales más fácilmente.
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Comentó que pudiste haber escrito un tuit muy inmaduro siendo adolescente, alguien puede sacarlo a la luz, omitir que es de hace siete años o más y los algoritmos amplificarán la reacción. Y así, de la nada, te han cancelado. Personalmente, considero importante plantear, ¿Hasta dónde puede llegar la exhibición de una persona?
Recuerdo el caso del bajista de Botellita de Jerez, Armando Vega Gil, que tras ser acusado a través de Twitter por el #MeTooMúsicosMexicanos, se suicidó. La publicación anónima del 31 de marzo de 2019 que denunciaba al músico de acosar a una mujer cuando tenía 13 años, se viralizó; al igual que 188 denuncias de todo tipo en contra de 80 personas vinculadas a este ámbito.
En su carta suicida publicada el 1 de abril del mismo año, Vega Gil afirmó categóricamente de falsa la acusación y pese a agradecer su solidaridad con los simpatizantes de su situación, expuso que su decisión fue consciente, voluntaria, libre y personal.
Expresó en el relato, que es esa situación haría perder sus trabajos, pues todos se construían sobre su credibilidad pública. Lo resumió bien, su vida se detuvo y no hubo salida. Lo que responde a la definición de los analistas, posiblemente sin el suicidio, se hubiera retirado el apoyo al músico, acabando con su reputación y carrera.
Ante este hecho, la cuenta @metoomusicamx recibió tanto críticas como mensajes de apoyo. La denuncia aún sin ser comprobada, no sólo resultó en una cancelación, destrozó la vida del también escritor.
La inmediatez con la que accedemos a las redes sociales a denunciar a una persona, puede derivar en una falsa acusación, sujeto a un rumor con muchas interacciones que termine por cancelar a alguien. Se puede entender como un arma de doble filo, se puede emitir el mensaje con un fin, pero puede tener el efecto contrario al que se pretende.
Jonathan Rauch, activista estadunidense y escritor para medios como National Journal y The Economist, acentuó en el sitio Persuasion, que la crítica reúne pruebas y argumentos para persuadir de una forma racional. Por el contrario, la cancelación busca organizar y manipular el entorno social o mediático con el fin de aislar, derribar o intimidar a los opositores ideológicos.
De acuerdo a una encuesta del Instituto Cato, una tercera parte de los estadunidenses asegura que les preocupa perder sus empleos u oportunidades de trabajo, si expresan sus verdaderas opiniones políticas. Con lo cual, se estaría hablando de una atento contra la libertad de expresión. El limitar tus pensamientos, dar a conocer tu opinión real sobre un tema o una persona, siempre y cuando no se ofenda y denigre, porque en ese caso igual estaría rebasando la información e ideas y justamente estaría cayendo en una difamación.
Pero ante las contantes publicaciones, tendencias y temas, ¿la gente piensa ser amable en redes?, no creo. Tan sólo Twitter cuenta con 145 millones de usuarios, según la plataforma de gestión de redes sociales, HootSuite. Por lo que, hacer un llamado para ser conscientes de exponer una problemática y con esto amenazar de muerte después, es casi imposible.
Ahora bien, ¿la cultura de la cancelación también afecta a los que no simpatizan con las autoridades? Quizás. No hay que ir hasta Estados Unidos para retomar este complejo concepto. En México, la cadena HBO anunció la suspensión temporal del programa de Chumel Torres, tras la polémica que se desató por sus comentarios en redes sociales.
Recordemos que la primera dama, Beatriz Gutiérrez Müller, expresó su desconcierto -también en Twitter- ante la invitación que el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) le hizo a Chumel, luego que el influencer llamara “chocoflan” a su hijo.
El mensaje calificado como racista tuvo comentarios positivos y negativos, a pesar de su disculpa pública, las opiniones siguieron divididas, más, al tratarse del hijo menor del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Otro caso similar, aunque no afectó a su trabajo, fue cuando Gutiérrez Müller escribió: ‘No soy médico, a lo mejor usted sí. Ande, ayúdelos’. Después de reportarse un considerable desabasto de medicamentos para niños con cáncer, un cibernauta preguntó a la primera dama que cuándo atendería personalmente a los padres de esos menores, a lo que Beatriz contestó lo anterior.
Aunque fue muy criticada su frase por insensible y falta de empatía, no tuvo algún tipo de cancelación o “censura” de su persona. De modo que los analistas evalúan en las “no autoridades” una serie de boicots a su labor profesional, a la plataforma que ocupan para reflexionar y opinar.
Existe otro problema en esta cancelación, el que no haya un derecho de réplica. Si bien, también la emisión de un mensaje puede ayudar a cesar la agresión de una persona o acabar con comentarios racistas, ya que es una instancia a la que se puede acudir cuando es negada la justica, hay que cuidar en no dejar a los implicados en vergüenza pública por una simple contrariedad de discursos.
